lunes, 6 de agosto de 2007

sujetar a tu propio perro


para que le puedan dar una simple injección contra las pulgas es realmente triste.
Tener que ponerle el bozal para que no pueda morder al veterinario o quien sabe a quien más. Mirar sus ojos tristones, y ver su cara diciendote "¿porque?¿que te he hecho yo más que serte fiel para que me respondas asi?".
Tratar de explicarle con el sonido de tu voz para que lo reconozca y entienda que lo haces por su bien.

No quiero ni pensar en lo que sería tener que sujetar a tu propio hijo para que lo vacunen.
No quiero ni pensar en lo que será cuando sea yo el sujetado por otros y no entienda nada de lo que pasa.

Pero todo pasa y el alivio que se siente al terminar es increible.

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